La vanidad, esa vieja moda

Nacida como espectáculo de corte destinado a una elite, la ópera frecuentemente exaltaba –o si las circunstancias lo exigían decididamente inventaba– las indispensables cualidades éticas, morales, intelectuales, políticas, guerreras y estratégicas que un soberano debía mostrar para ser considerado tal por sus súbditos. Sin embargo, el canon cambió radicalmente cuando, a finales del siglo XVII, en gran parte de los teatros italianos se consolidó el sistema empresarial. Así fue como de lo que en una traslación arbitraria hoy podría considerarse propaganda política financiada con fondos del estado, se pasaba a los avatares del libre mercado.
De esta manera, a los sujetos pastoriles y marítimos inspirados en la mitología griega, que en las primeras óperas fueron paradigma de virtudes, se sucedieron temáticas más inmediatas y ligeras, como por ejemplo las de la ópera buffa, que además era menos costosa.
La burguesía ascendía como clase social y nacía entonces una de las instituciones más poderosas y temidas del espectáculo en cualquiera de sus formas: el público. Ese que desde su lugar de pagante merecerá la mayor atención por parte de los empresarios.
En este contexto, a principios del siglo XVIII la ciudad de Venecia –capital de una Serenissima Repubblica en el ocaso– se destacaba en la península y aún más allá por la cantidad de teatros –más de 16– y por su copiosa producción de ópera comercial, encabezada por sagaces empresarios. Para asegurar el éxito económico de una producción –es decir el favor del público–, un empresario debía conseguir los más renombrados cantantes, un dramaturgo que sepa reducir un argumento a los gustos del público y por último un compositor dispuesto a musicalizar el libreto según las exigencias de ese dramaturgo y las tilinguerías de esos cantantes, elevados por el gusto del público al rango de estrellas. Todos, a su vez, se debían a ese público, cuyo gusto era el nuevo soberano.
Esta circularidad asfixiante será la raíz de los males que establecerán tácitamente códigos caprichosos, privilegios y jerarquías para un mundo bizarro, conducido por un lado por la vanidad y por el otro por la ambición. Lados que se encuentran en la necesidad de aparecer con el rango de moda que atrae al público.
Y si por su naturaleza el melodrama se propone como una sátira de la realidad, será Benedetto Marcello, miembro de la Academia Filarmónica de Bolonia, músico, literato, abogado y aristocrático veneciano, quién hará una de las más crueles sátiras del melodrama y sus costumbres en la efervescente Venecia de las primeras décadas de 1700.
Il teatro alla moda es el nombre del panfleto publicado en la ciudad lagunar hacia 1720, una detallada y feroz crítica en clave absurda, cuyas cáusticas descripciones aún sin dar nombres, se refieren con precisión a personajes que condimentaban el mundo del melodrama de la época. Poetas y compositores –colegas directos del autor– son los primeros blancos de sus agudas y eficazmente malintencionadas observaciones. “En primer lugar no deberá el poeta moderno leer a los antiguos autores latinos o griegos, ya que ellos no leyeron nunca a los modernos”, aconseja Marcello con sorna. Y agrega,
“Llamará por lo tanto a Dante, Petrarca y Ariosto poetas oscuros, ásperos y tediosos y en consecuencia poco dignos de ser imitados. Deberán entonces echar mano a modernas poesías de las que tomará sentimientos, pensamientos y versos enteros, llamando al hurto loable imitación”. “Antes que la ópera se represente deberá el poeta elogiar músicos, empresarios, orquestales y comparsas. Si no tiene éxito deberá exagerar contra los actores, que no piensan más que en cantar”, agrega.
El efecto cómico de la sátira está en la simple descripción. Marcello ataca la opulenta ignorancia por las reglas básicas del oficio que ciertos artistas consideraban áridas y poco funcionales. Esas reglas, cimentadas en la inobjetable perfección de la tradición, se eludían con recursos ligeros y actuales, más eficientes para obtener los encantos del gran público.
En cierto modo Marcello ya condenaba los conceptos de producción artística que el siglo XX y la masividad llevarán al extremo.
Los compositores también son presa de la prosa de Marcello. “No deberá el moderno compositor de música poseer noticia alguna de las reglas del buen componer, salvo algunos principios universales de práctica”. “Advierta el compositor que las arias se alternen una alegre y una patética, sin prestar atención a las palabras, los tonos y conveniencias escénicas”, son algunas de las desesperanzadas aclaraciones.
Pero como en la mejor tradición del humor musical, las cantantes y su vanidad tendiente a hacer que el mundo gire a su alrededor se llevan la mejor parte (o peor, según desde donde se mire). “Si buscada por un empresario, la cantante –que en una traducción literal sería “la cantadora”– no deberá responder enseguida y en la primera respuesta deberá expresar que evalúa otras ofertas (aunque no sea verdad); cuando resuelva, pretenderá encabezar la compañía”. “Si no –agrega–, logrará que junto a ella se contrate a algún tío, hermano, padre o marido”. También “se hará esperar en los ensayos, a los que llegará de la mano de su protector, saludando con ojo parcial”. Los protectores por su parte serán “atentísimos, celosísimos y fastidiosísimos y no entenderán nada de música”.
Hay además capítulos dedicados a sus “Señoras madres”, listas para defender a su criatura y procurarle favores y ventajas; músicos de orquesta, siempre atentos a trabajar lo menos posible; bailarines, incapaces de ir a tiempo con la música; escenógrafos, preocupados por delegar encargos. También se acuerda de los copistas, los sugeridores, los sastres, los boleteros, los acomodadores y todos los que de una manera u otra participan de ese mundo circular, competitivo, contradictorio y caprichoso.
Naturalmente, Il teatro alla moda recibió elogios por parte de la intelectualidad de la época, pero como no hay peor sordo que el que no quiere oír, fue también aclamado en los mismos ambientes del melodrama que había castigado con ironía. Se había puesto de moda.

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